sábado, 23 de junio de 2012

Zapatero llevó a la ruina a 400.000 familias españolas, dió orden de demoler miles de viviendas de gente humilde, pero pide a todos los gobiernos del mundo que combatan la pobreza

DEBERÍA EXISTIR UNA LEY QUE OBLIGARA A PASAR UN EXAMEN PSICOLÓGICO A TODOS LOS GOBERNANTES PARA QUE LOS VOTANTES SUPIÉRAMOS COMO ESTÁN DE LA CABEZA QUIENES VAN A REGIR NUESTROS DESTINOS.


Artículo de Jose Luis Rguez Zapatero
La Cumbre de Río supone un nuevo esfuerzo de la comunidad internacional para concertar políticas que garanticen que el crecimiento económico tenga dos fronteras prioritarias: la sostenibilidad medioambiental y el combate contra la miseria y el hambre. Las cifras a este respecto siguen siendo hoy un aldabonazo en la conciencia de todos: en torno a 800 millones de personas en el mundo padecen una miseria extrema, y aproximadamente 30.000 seres humanos mueren al día a consecuencia del hambre. Cifras intolerables.
En los últimos treinta años, la pobreza extrema se ha reducido en el mundo desde un 50 por ciento de la población total a un 17,5. El dato es espectacular, pero insuficiente. Deberíamos tratar de lograr en una década el sueño tanto tiempo imaginado de que el hambre deje de ser una de las causas de muerte en la Tierra.
Ese es el mandato de los Objetivos del Milenio, que mantienen hoy su vigencia plenamente, aunque sus avances se producen -y hay que decirlo con claridad- a un ritmo insuficiente, sobre todo por la actual crisis internacional. Por ello, en Río deberá renovarse enfáticamente ese gran compromiso mundial de acabar con la miseria.
En esta cumbre se plantea la convicción de que el futuro de la humanidad dependerá de nuestra capacidad para preservar el medio natural en el que vivimos. En apenas cuarenta años, la población mundial se duplicará. La biodiversidad no puede seguir deteriorándose, porque pondríamos en riesgo el desarrollo de los países más avanzados y especialmente la salida de la pobreza de los no desarrollados. La comunidad científica ha demostrado que reducir los gases de efecto invernadero es una tarea imprescindible. Políticamente, supone el mayor examen de la gobernanza mundial, pues se trata de encontrar un camino en el que se equilibren los sacrificios que deben hacer los países desarrollados, por un lado, y los emergentes, por otro.
He asistido a muchas cumbres internacionales en las que la dificultad esencial para llegar a un acuerdo se producía cuando los países emergentes reclamaban, ante los países desarrollados, su derecho de seguir creciendo sin cortapisas: "Primero, dejadnos llegar al grado de desarrollo que vosotros ya habéis alcanzado y luego reduciremos nuestras emisiones". Entiendo a los países emergentes, pero no hay tiempo. La Tierra no lo tiene: es forzoso alcanzar un consenso entre desarrollo y reducción de emisiones, entre desarrollo y energías renovables, entre desarrollo y ahorro energético, entre desarrollo y transferencia tecnológica...

Hoy, cualquier gobierno y cualquier organismo internacional saben que la ayuda al desarrollo ha de ser necesariamente ayuda al desarrollo sostenible. Dicho de otra manera, ha arraigado de un modo irreversible la convicción de que la erradicación de la pobreza y la preservación de la naturaleza han de ir de la mano, porque son expresión de un mismo paradigma de defensa de la dignidad humana.
Sea cual sea el éxito de la Cumbre de Río, a partir de ahora cada día de nuestro futuro tenemos convocada una cumbre de la Tierra, una cumbre con el destino de nuestra especie. Y no tengo ninguna duda de que esa cumbre diaria va a ser finalmente resuelta en favor de la reducción progresiva de la pobreza y en favor del equilibrio con el medio ambiente. Puede haber percances o demoras en este camino, pero la humanidad no deja de avanzar porque no deja de aprender. Es esa misma convicción en el progreso la que nos ofrecen a diario todos los cooperantes que, en uno u otro rincón del mundo, salvan una vida, proyectan la luz de la educación sobre la sombra del analfabetismo y convierten la expectativa de una vida digna en algo tangible.