La intervención de Costas deja tras de sí rocas sembradas a su aire, estacas de madera, cavernas bajo la arena y un extraño aliviadero,
La regeneración que el Servicio Provincial de Costas en Pontevedra acaba de ejecutar en la playa de O Preguntoiro trae de cabeza a los vecinos de Vilaxoán. Por desgracia, no son muchos los revulsivos que han surgido en la zona sur de Vilagarcía a lo largo de las últimas décadas. El arenal, distinguido con la bandera azul, constituye a todas luces uno de ellos. Tal vez el más importante a la hora de reconstruir la antigua pujanza turística que el relleno del viejo puerto se llevó por delante hace cosa de treinta años. Precisamente por ello, las deficiencias que la intervención desarrollada entre noviembre y diciembre resultan particularmente dolorosas para muchos de sus habitantes. «Non comprendemos por que deixaron todo isto así», se extrañaba ayer un hombre al pie de arenal mientras relataba, uno a uno, los despropósitos que detecta en la obra.
El fallo más evidente apunta a la defectuosa forma en la que el aporte de arena ha sido compactado en la zona más próxima a la balaustrada. La cimentación de esta estructura ha quedado prácticamente al aire, lo cual delata un problema grave. Cuidado con pisar demasiado fuerte en esta parte superior de la playa, porque la capa superficial del material arenoso esconde auténticas cavernas en las que los pies se hunden hasta el tobillo. La razón, indica el mismo vecino, es que este es el lugar en el que se ha instalado el colector de pluviales, que recoge las aguas de lluvia en el entorno del arenal.
Para hacerle un hueco a la tubería, la empresa removió toda una serie de piedras que, sin embargo, no devolvió a su emplazamiento original. Por ello el material depositado a continuación carece de una superficie firme sobre la que asentarse. Para colmo de males, las rocas emergen aquí y allá, como oasis de granito entre la arena. Toda una invitación al accidente para cualquiera que tropiece. Claro que tampoco es el único riesgo que amenaza al usuario de O Preguntoiro. Los propios vecinos se encargaron de señalar con uno de estos cantos una estaca de madera puntiaguda que permanece firmemente anclada al suelo arenoso y, sin saber por qué razón, no ha sido retirada. «Como esta hai máis, i é unha verdadeira pena porque a area que botaron é de primeira calidade», reconoce el hombre, que prosigue su paseo entre el asombro y la indignación