LA VERDAD SOBRE LA LEY DE COSTAS (incluida en el informe auken)

"A NUESTRA COSTA" de Yeray Gonzalez. Un documental politicamente incorrecto

A Nuestra Costa (2012) from Antidoto Sonoro on Vimeo.

miércoles, 27 de agosto de 2025

Incendios y regresión costera: el precio de mirar hacia otro lado (Belén López, Manuel López y Javier Cremades)

 

"Tierra y mar comparten el mismo fracaso: la prevención nunca llegó"

Arden los montes y se hunde la costa. Más de 400.000 hectáreas calcinadas en la península ibérica y un verano que repite su tragedia: bosques arrasados, vidas en riesgo, pueblos desalojados. En el litoral, la escena es paralela: el mar avanza, las playas se borran y los deltas retroceden. Tierra y mar comparten el mismo fracaso: la prevención nunca llegó.

En los incendios, la prevención significa limpiar montes, gestionar el combustible forestal, mantener cortafuegos, recuperar cultivos abandonados y fomentar actividades como el pastoreo o la ganadería extensiva. Invertir en ello no suele dar titulares ni votos inmediatos, pero cada vez más ciudadanos nos damos cuenta que es lo que realmente evita los desastres. Los responsables públicos deberían impulsar también la participación ciudadana como parte de la solución.

En el mar, prevenir exige reconocer que puertos y embalses han roto el equilibrio natural: los primeros retienen arena y los segundos bloquean sedimentos que antes llegaban a la costa. Esa arena alimentó playas y deltas; sin ella, el mar avanza. Según el Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas (Cedex), los embalses españoles acumulan ya unos 6.384 hm³ de sedimentos, volumen que debería haber seguido su curso hacia el mar. En cuanto a los puertos, no existe un inventario nacional consolidado, pero la experiencia demuestra que cada infraestructura puede llegar a interceptar desde unos pocos miles hasta más de 100.000 m³ de arena al año.

Sin embargo, no lo hacen. Los puertos se amplían sin devolver la arena que retienen y los embalses siguen bloqueando los sedimentos. La Administración, en lugar de frenar la regresión cumpliendo con el artículo 46 de la Constitución —que obliga a conservar y proteger el patrimonio natural y cultural— reescribe los deslindes tierra adentro: borra playas, borra historia y derriba pueblos enteros en nombre de una falsa protección de las personas al cambio climático.

El cambio climático es una amenaza real, pero sin el aporte natural de sedimentos sus efectos se multiplican. Culpar solo al clima, mientras se ocultan causas humanas, es greenwashing: un falso ecologismo que encubre la gestión negligente y libera a grandes corporaciones —gestoras de puertos, electricidad, agua o regadío— de las responsabilidades medioambientales que exige la normativa europea y española.

Ahora vivimos un ejemplo clarísimo en Guardamar del Segura (Alicante): el 15 de septiembre está previsto el derribo de 65 viviendas centenarias. Este anuncio ha motivado protestas sociales para frenar lo que muchos consideran una barbarie. El pasado 20 de agosto, centenares de vecinos y simpatizantes marcharon desde la Playa de Babilonia hasta el Ayuntamiento bajo el lema “Salvemos Babilonia”.

Estas casitas, levantadas hace un siglo con diseño uniforme y sabor mediterráneo, fueron parte de un ambicioso proyecto del ingeniero de montes Francisco Mira. A comienzos del siglo XX, Mira ideó un plan pionero para frenar el avance de las dunas que asfixiaban Guardamar: transformarlas en una gran pinada de 800 hectáreas —el actual Parque Alfonso XIII—. Sobre aquellas dunas, a 100 metros del mar, se construyeron las viviendas, concebidas como una barrera que protegiera la pinada de la salinización. Una estrategia innovadora, basada en soluciones naturales, que en su día mereció el reconocimiento de expertos, instituciones y del propio rey Alfonso XIII.


Con ese valor cultural, social y medioambiental, hoy se pretende destruirlas, tratándolas como un estorbo y culpándolas falsamente del avance del mar. Es el mismo patrón que sufren otros poblados de la costa española: la falta de arena los ha dejado indefensos frente al mar, poniendo en riesgo su patrimonio y la seguridad de sus habitantes. Y como respuesta, en lugar de reparar las causas, se opta por eliminarlos, porque resulta más barato.

La lección es clara: si no prevenimos, la naturaleza arrasa; en tierra, con el fuego; en el mar, con la erosión. En ambos casos, la factura se paga con vidas, con patrimonio y con el futuro de nuestros territorios.

Por eso, desde Somos Mediterrània, que integra a 54 asociaciones de la costa española, pedimos al Ministerio para la Transición Ecológica un cambio de rumbo: la protección de nuestras costas no puede recaer en los vecinos que sufren las consecuencias, mientras quienes gestionan las infraestructuras quedan exonerados.

Necesitamos una nueva Ley de Costas que aplique principios de sostenibilidad alineados con las directrices europeas, que no deje en indefensión jurídica a los ciudadanos, respete la propiedad privada y ponga fin a la arbitrariedad. Así lo reclamó en 2009 el Parlamento Europeo mediante el informe de la eurodiputada Margrete Auken (Los Verdes) y lo reiteró el Consejo de Estado en 2014. Y es imprescindible aplicar con rigor la Ley de Responsabilidad Medioambiental para obligar a quienes provocan el deterioro a compensar y reparar sus efectos, bajo el principio de la Unión Europea: “quien contamina, paga”.

Porque apagar un incendio no significa esperar a que las llamas lo devoren todo, sino poner los medios para prevenirlo. Y frenar el avance del mar no es derribar pueblos enteros y borrar nuestra historia, sino reparar el daño causado por las infraestructuras que rompieron el equilibrio natural. Solo así podremos legar a las próximas generaciones bosques y costas vivos, seguros, sostenibles y justos.