Soy el dueño de uno de los chalés bajo orden de derribo en la zona de Cerrias. Mi mujer, nuestro primer bebé y yo nos trasladamos a Cantabria en 2000. En origen yo era alemán, pero emigré a los EE UU donde conocí a mi mujer, una santanderina que me convenció a arriesgar todo mi futuro en California para mudarme a España. Acepté el reto. Como ingenieros electrónicos durante los años de la burbuja tecnológica tuvimos la suerte de poder traer nuestro trabajo con nosotros. Elegimos el chalé en Cerrias no sólo por la belleza de la naturaleza, sino sobre todo porque tenía espacio suficiente para una oficína y para nuestros hijos. No sabía formar ni una frase en castellano -hablaba inglés y alemán-, pero por la mala prensa que España tiene en el extranjero por fraudes relacionados con asuntos inmobilarios mandé a mi mujer al Ayuntamiento para asegurarnos de la legalidad de los chalés. Nos aseguraron que estaba todo en orden, que las casas legales. De repente, meses después, ya no lo eran. Empezó la pesadilla.
Desde entonces he aprendido castellano para poder leer los artículos de prensa, para saber qué es la Ley de Costas, qué es un ayuntamiento y un alcalde, qué es un presidente de una región, qué significa ARCA (no es un barco para salvar a la humanidad), qué es un juez y qué es una mentira. Es cierto que la persona con quien habló mi mujer nos mintió. Pero también es cierto que la clasificación de estos terrenos donde vivíamos era urbano. Y que la diferencia entre urbano y urbanizable no había interesado a nadie antes de que empezara la lucha para proteger nuestros recursos naturales.
He vivido en muchas zonas del mundo, y aquí en Cantabria he visto una riqueza y belleza natural muy por encima del promedio. Deberíamos protegerla, tener un sistema de desarrollo ordenado, donde los pueblos y ciudades crezcan en una manera lógica. Pero estos ideales no se pueden conseguir destruyendo otros aún más importantes -los seres humanos y los derechos en los que creemos la gran mayoría de la gente civilizada-. En fin, en vez de tener una vida normal me veo en manifestaciones, en el Parlamento Europeo, gastando miles de euros en abogados que nunca vamos a recuperar. Por favor, politicos y jueces, cambien las leyes de una vez para que estas cosas simplemente no vuelvan a repetirse con nuestros hijos, endureciendo los castigos por el incumplimiento de las leyes urbanisticas o lo que sea. Las familias de Cerrias tienen derecho a vivir en sus casas legalmente adquiridas
http://www.eldiariomontanes.es/v/20100203/region/centro-bahia/lado-oscuro-cerrias-20100203.html