Desde hace tres lustros, vecinos de Castiñeiras intentan que sus casas y terrenos queden fuera de la franja de protección marítimo terrestre
Un buen día, hace ya unos quince años, desembarcaron en Os Areeiros técnicos de Costas y trazaron una línea imaginaria que deja casas y terrenos dentro de la denominada franja de servidumbre de protección de la zona marítimo-terrestre. Fue así como los afectados supieron que el núcleo de Castiñeiras en el que viven no tenía la catalogación de urbano de ámbito rural, pese a que las primeras viviendas en el lugar datan de principios del 1900, y que ellos, para el simple arreglo del tejado, tenían, que solicitar autorización de Medio Ambiente.
Así, sus casas, construidas con las licencias pertinentes en cada momento, dejaron de pertenecerles en exclusiva para tener que compartirlas con Costas. Si la Administración no autoriza no pueden habilitar un baño en la planta baja para facilitar el acceso de un anciano al que ya le cuesta subir las escaleras, ni tan siquiera reponer las tejas que algún vendaval se llevó por delante.
Tres lustros llevan batallando los propietarios para demostrar que Os Areeiros es tan urbano como cualquiera, pero hasta ahora no han servido ni los recibos de la luz de los años setenta, ni las escrituras ni los planos de mediados del siglo pasado que el Ayuntamiento de Ribeira rescató del olvido para poner en manos de la Justicia.
A diferencia de otros lugares, como la zona norte de Palmeira, afectados por el mismo problema, los dueños de Os Areeiros nunca han dejado de reclamar lo que en justicia creen que les corresponde.
Se manifestaron, recurrieron a la Unión Europea, con ayuda de todos los partidos políticos de las sucesivas corporaciones ribeirenses, siempre con el gobierno local en cabeza, se reunieron con altos cargos de la Xunta, pero nada. Incluso colocaron lazos negros en las fachadas para evidenciar que la dichosa línea constituye el fin de una zona en la que algunos vecinos todavía residen en la casa que les vio nacer.
Fracaso tras fracaso
Etapa tras etapa, los vecinos vieron como la meta se volvía cada vez más inalcanzable. El asunto llegó al Tribunal Supremo, pero todo fue en balde. El obstáculo, siempre el mismo: el lugar no tenía la catalogación de urbano cuando entró en vigor la Ley de Costas de 1988.
Los años pasan y se pierde en el tiempo la época desde la que Os Areeiros dispone de servicios tan urbanos como accesos asfaltados, iluminación pública, traída de agua, saneamiento. Sin embargo, antes, como ahora, la imaginaria línea de deslinde continúa fijada en cien metros y en los veinte que tenía aquel día que desembarcaron los técnicos de Costas.